Comenzaré con tres datos, tres cifras espeluznantes para conocer la realidad en que vivimos las más de 64 millones de mujeres en nuestro país (nótese que somos un poco más del 50% de la población total de México):

Dato 1: En el 2022 hubo más de 3000 asesinatos de mujeres, de los cuales 695 fueron tipificados como feminicidios. En lo que va del 2023, ha habido 23 feminicidios a lo largo de la república. Esta situación cada año parece empeorar.

Dato 2: México se encuentra entre los peores países para ser mujer. Así es, el simple hecho de ser mujer en nuestro país es asunto de vida o muerte. Parafraseando a Pizarnik en uno de sus poemas: quizás sea que el mundo nos golpea y pareciera que no pasa nada.

Dato 3: Las entidades federativas mexicanas con más casos de feminicidio son: Estado de México, Nuevo León, Veracruz, Ciudad de México y Oaxaca. Lágrimas en silencio.

Ahora, ¿qué hacemos con estos datos? ¿Cómo volvemos la mirada hacía el otro lado sin sentir que una marea de impotencia y pesadumbre nos ahoga? ¿Qué pensamos, qué decimos, cómo actuamos? ¿Por qué asumimos como natural esta violencia estructural y sistemática? ¿Cuándo aprendimos a callarnos?

Ser mujer es vivir en un contexto violento que produce grandes heridas emocionales y desigualdades que nos privan de la libertad de expresión, conocimiento y amor propios. Imposiciones, atropellos, agresiones, se van entretejiendo en las actividades más cotidianas, creando un monstruo artrópodo que atrapa a su presa y la va envolviendo sutilmente en su mucilaginosa telaraña. No nos escapamos con facilidad, y mientras miramos al terror de frente, se nos ha dicho que debemos ser la presa ideal, la presa silenciada que acepta su fatal destino. Calladita te ves más bonita. Que Caronte te vea flotar sobre el río Estigia, sumisa y callada por siempre.  ¿Por siempre?

Marie Gouze, alias Olympe de Gouges, decidió un día sentarse a escribir la primera Declaración de los derechos Humanos de la mujer, en 1791. Su primer artículo declara: “La mujer nace, permanece y muere libre al igual que el hombre en derechos.” ¡Pum! Nació su grito de batalla, el cual tristemente acabaría sus días bajo la sorda palma de una guillotina.

Si nos adentramos en los anaqueles de la historia, hallaremos que Olympe de Gouges fue una luz entre tantas que  tuvieron la valentía  de hacer frente a las opresivas ideas patriarcales de la sociedad. Diversas mujeres, organizadas en movimientos, asociaciones, revueltas y revoluciones feministas, nacerían para ir alzando el vuelo y reapropiarse de espacios, reinventar relaciones, reivindicar pasados, acompañar sueños de esperanza para el futuro. Irónicamente, casi 200 años después de aquella proclamación significativa y trascendental, seguimos cavando trincheras, seguimos integrando un vocabulario bélico en nuestro día a día. Seguimos siendo guerreras, compañeras de lucha… Pareciera que el mundo apenas y se movió, y las incontables batallas se han ido perdiendo.

Este año, como tantos otros, quisiese que por un momento en los tablones de los periódicos no existieran notas rojas sobre mujeres desaparecidas. Quisiera que las niñas caminaran tranquilas rumbo a su escuela sin miedo a las sombras. Desearía que no hubiera veladoras en los altares de nuestras madres y abuelas. Que no encontraran a nuestras hermanas en bolsas negras tiradas por los caminos. Y es por eso que me lleno de esperanza y valentía para pensar que es posible crear un mundo mejor. Me parece que es importante sumar esfuerzos, no sólo para cuidarnos del peligro latente, sino para crear espacios que sean seguros para nosotras. Espacios que sean creados por todas nosotras para nosotras. Me dejo llevar un poco por el entusiasmo y aplaudo iniciativas locales como Stay Curious, las cuales abren sus puertas y brindan una dimensión libre de violencias.

Este pequeño club hace algo grande. Abrazado por la sororidad, Stay Curious se viste de festivos colores, sonrisas, abrazos, piñatas, libros y tertulias. Pareciera que en este espacio podemos olvidarnos de las cifras y los datos, de las realidades y pesadillas, y crear nuevas alianzas e historias. Así funcionan las revoluciones, como brotantes florecitas de campo que terminan transformando el cielo y el mar.

Aplaudo el entusiasmo de todas las chicas que se sumaron al esfuerzo del club para aportar ideas, sembrar talleres y pláticas, e integrar a otras en este espacio que las acompaña y refugia. También agradezco el que su fundadora, Tania Ramos, me haya invitado a formar parte de su grupo, a pesar de la distancia, y sumar mis esfuerzos para moldear las voces de las cálidas y entusiastas letras de las compañeras de Stay Curious.

Pertenecer viene del latín pertinere, que significa "estirarse al otro lado". Estirarse como los brazos de la jacaranda. Nuestra existencia como seres humanos se basa en pertenecer a alguien o a algún grupo. Somos seres sociales que buscamos el abrazo de los otros. Colaboramos, buscamos y nos integramos en dinámicas que nos cobijen. Así nacieron las civilizaciones, así se crearon los grandes imperios. Socrático el asunto. Quizás. Sin embargo, las mujeres hemos sido privadas de pertenecer unas a las otras. Es en el nacimiento de los feminismos en que nos encontramos de nuevo, vemos la necesidad dialogar y permitirnos legitimar un sentido de pertenencia y seguridad entre nosotras mismas. Somos la jacaranda que da sombra y también abraza al sol. Somos la sororidad que se llena de risas púrpuras, pero también se arma de los gritos de indignación y rompe monumentos. Somos el pacto de ayudarnos y estar para nosotras. Así que, a pesar de las oscuras realidades que nos oprimen, invito a que nos unamos para crear propuestas y espacios para coadyuvar a un mundo mejor para nosotras. Invito a nuestrxs lectorxs a conocer la propuesta de Stay Curious y otras que se crucen por su camino, para empaparse de vibras bonitas. Vibras de esas que resuenan como un cariño eterno. ¡Acérquense! Y si tienen la oportunidad, sean también voz y acción, movimiento y existencia. Como diría la activista Malala Yousafzai, premio Nobel de la Paz, "No podemos avanzar todos, si a la mitad se nos deja atrás”. Amén, hermanas.

Redacción

Marshiari Medina: Es directora de la revista digital Teresa Magazine, escritora y traductora. Aficionada del chocolate, vive en una geometría cósmica hecha de mundos gobernados por lógicas pop no-euclidianas.


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