El feminismo no es un relato uniforme ni una historia lineal. No nació en un solo lugar ni se expandió con las mismas demandas o los mismos rostros en todos los países. Mientras en Europa y Norteamérica las sufragistas luchaban por el derecho al voto a finales del siglo XIX y principios del XX, en América Latina las mujeres peleaban por ser reconocidas como ciudadanas en nuestro país, donde la invisibilidad y la discriminación las condenaba a vivir como ciudadanas de segunda categoría. En África, el feminismo tomó formas propias, resistiendo al colonialismo, al patriarcado y a la explotación económica.

Cada 8 de marzo, las calles de México, se inundan de una impresionante marea morada, que, bajo la fuerza de la hermandad, pareciera tener una sola voz que clama justicia. Pareciera que las jacarandas también se unen a esta causa, y entonces iluminan las calles, avenidas y callejones de nuestro país, acompañando a las miles de mujeres que exigen justicia.
Año tras año, se marcha por las que ya no están, por las que han sido arrebatadas en un país donde la violencia de género es una pandemia silenciosa. Pero más allá de la fecha simbólica, la lucha es cotidiana, día tras día. Es la víctima de agresión sexual que enfrenta un sistema judicial indiferente; la trabajadora del hogar que exige condiciones dignas; la periodista que busca a sus hermanas y alza la voz a pesar de las amenazas. ¿Cómo ignorar la fuerza de las madres que buscan a sus hijas desaparecidas, cavando con sus propias manos la tierra en parajes vacíos, ahí donde el patriarcado no quiere mirar?
Las marchas feministas en México no son un fenómeno reciente. Desde las primeras protestas de las sufragistas en la primera mitad del siglo XX hasta las manifestaciones de los años setenta y ochenta, las mujeres han tomado el espacio público para exigir sus derechos. Pero fue en la última década cuando las movilizaciones adquirieron una magnitud sin precedentes. El dolor de los feminicidios impunes y la indignación por la violencia sistemática hicieron que miles de mujeres salieran a las calles con pañuelos morados y verdes, con nombres escritos en pancartas, con gritos que antes se ahogaban en el silencio de la indiferencia. Las primeras marchas por el aborto legal, por los derechos laborales, por justicia para las víctimas de feminicidio, construyeron el camino para el movimiento que hoy podemos presenciar siga adelante.




Seguimos resistiendo, seguimos gritando, seguimos soñando. 💜🔥Fotografías por Tax Satélite
El feminismo en América Latina tiene nombres como el de Berta Cáceres en Honduras, que defendió la tierra de los pueblos originarios hasta que la asesinaron por desafiar los intereses económicos. O el de Hermila Galindo en México, quien en el siglo XX desafió las normas al exigir educación sexual y derechos políticos para las mujeres. En África, Wangari Maathai luchó por el medio ambiente y los derechos de las mujeres en Kenia, desafiando dictaduras y abriendo caminos para futuras generaciones. Todas ellas entendieron que ser mujer y luchar es, en muchos lugares, un acto de resistencia radical.
A pesar de los avances, la pregunta persiste: ¿hacia dónde va el feminismo? ¿Qué futuro nos espera en un mundo donde las desigualdades parecen desvanecerse, pero no desaparecen? Las mujeres han conquistado derechos, pero aún enfrentan la criminalización de sus cuerpos, la violencia en espacios públicos y privados, la brecha salarial que las relega a trabajos peor pagados, la explotación de trabajadoras del hogar y jornaleras, la falta de acceso a salud y educación, y la discriminación que se agrava cuando se cruzan el racismo, el clasismo o la diversidad de género. ¿Será posible un día en que ya no sea necesario marchar? ¿Dónde trazamos la línea entre el progreso y la complacencia? ¿Cuándo regresarán las nuestras?
El futuro del feminismo no será uniforme, como nunca lo ha sido su historia. En algunos países, los movimientos de mujeres han logrado avances legales y culturales que parecían imposibles hace unas décadas. Sin embargo, en otros rincones del mundo, el retroceso es latente. Las fuerzas reaccionarias intentan deslegitimar la lucha, minimizarla, reducirla a una moda pasajera. Pero el feminismo no es una tendencia: es la respuesta a siglos de opresión y silencio. El feminismo, es el eco de todas las que vinieron antes y el impulso de todas las que vendrán después.
En los últimos años, las mujeres han encontrado en la tecnología una herramienta poderosa para amplificar su voz. Las redes sociales han permitido visibilizar casos de violencia que antes quedaban en la impunidad, han servido para articular protestas, para organizar búsquedas, para seguir buscando a nuestras hermanas. ¿Será este el camino para transformar el mundo? ¿Será la memoria colectiva la que finalmente se incline en la balanza?

Lo cierto es que no se lucha un solo día en las calles. Sino a diario, ahí donde la educación, la ciencia, la política y el arte pueden dar voz a quienes no la tienen. La lucha está ahí, gracias a la profesora que enseña a sus alumnas que sus sueños valen, en la médica que desafía la misoginia de los hospitales, en la madre que cría a sus hijos con nuevas formas de ver el mundo, y en la trabajadora que, pese a la precariedad, sostiene su hogar y su dignidad cada día. Está en todas partes, resistiendo, reinventándose, avanzando.
Los espacios seguros y de crecimiento para mujeres son más importantes que nunca. Lugares como Stay Curious han demostrado la necesidad de construir comunidades donde las mujeres puedan aprender, crear y compartir sin miedo, potenciando su desarrollo personal y profesional. Estos espacios no solo ofrecen herramientas y conocimientos, sino también una red de apoyo que fortalece la lucha por la equidad. La brecha de género no se cierra sola; requiere acción constante, resistencia y la voluntad de quienes creen en un mundo más justo.




💜✨ Las calles son nuestras. Fotografías de Tax Satélite
Tal vez el futuro no sea claro, pero una cosa es segura: mientras haya una mujer que enfrente la injusticia, habrá otra a su lado que la apoye. Porque la lucha, aunque tenga muchas caras y se dé en diferentes trincheras, sigue siendo la misma: la de vivir en un mundo más justo para todxs.
Nos quitaron tanto, que hasta el miedo nos arrancaron. Ahora somos miles, somos todas. Somos las voces de las que silenciaron, los nombres que jamás olvidarán. Somos las que encienden velas y también las que prenden fuego. Somos las que marchan, las que gritan, las que se abrazan. Y aunque nos quieran ver calladas, sin alternativas, nos tendrán en pie, luchado a diario. Porque un día, tarde o temprano, las calles serán nuestras sin miedo. Porque un día, todas regresaremos con vida a casa.
Texto:
Marshiari Medina
Editora de Stay Curious Club, escritora y collagista. Actualmente estudia la licenciatura en Humanidades y Narrativas digitales en la UNRC. Es madre a tiempo completo, y directora de la iniciativa socioambiental Proyecto Tropósfera y la revista digital Fragmentos del Sur. Aficionada al chocolate, vive en una geometría cósmica hecha de mundos gobernados por lógicas pop no-euclidianas.