Un día, de manera casual recibí un mensaje de Tania Ramos, fundadora de Stay Curious Club, en el que me invitó a moderar de forma creativa la sesión en la cual hablaríamos sobre el libro “Coger y comer sin culpa” de la autora María del Mar Ramón, el cual fue editado por Ú-topicas, una galería-librería feminista que destaca el trabajo artístico, creativo e intelectual de las mujeres.
Al escuchar la frase "Comer y coger sin culpa", un tipo de electricidad - que no pude reconocer en ese instante - recorrió mi ser, remontándome a sensaciones y recuerdos almacenados en mi cuerpo y mente. En primera instancia, no comprendía porque yo sería la persona indicada para moderar esta sesión. Al detenerme y pensar con más calma, reconecté con lo que sucedió en mí al escuchar por primera vez esta frase: recordé que soy una artista multidisciplinar que trabaja principalmente con el performance, y que, mi cuerpo es el vehículo por el cual se filtran y se crean mis obras.
Coger y comer, son dos palabras que tienen el poder de activar las células de nuestro cuerpo y de nuestros sentidos. A lo largo de mi vida, estas acciones han impregnado diversas emociones y recuerdos en mi ser. El espectro es muy amplio, va desde lo más placentero hasta lo más repugnante. A partir de la lectura del libro, quise identificar con más precisión las memorias corporales que se encuentran aún latentes.
Sin culpa, son palabras que evocan algo de ellas dentro de mí, y que para extraer realmente este sentido de opresión y de conflicto, es necesario ir en su búsqueda, entender de dónde vienen esas opresiones para poder eliminarlas de nuestro ser. De esta forma, algunos fragmentos del libro me transportaron a momentos en los cuales empaticé, y viví con o sin culpa.
Esta lectura fue un espejo: en ciertos momentos me mostró con claridad las experiencias que estaban archivadas inconscientemente en mí. Estos “reflejos” se sentían ajenos: no me pertenecían, por lo tanto, no debía cargar con ellos. Vislumbré cómo influenciaban la forma en que mi ser responde a los estímulos de coger y comer, y a otros tantos que ocurren en mi vida cotidiana. Es ahí, que decidí ir a buscar y reclamar ese otrx cuerpx con menos conflictos y con menos opresión, al cual llamaré: cuerpx reclamadx.
Antes de comenzar la actividad, lxs asistentes participaron en un icebreaker, para relajarse, reconocerse entre ellxs y con la causa feminista. Alma Vilchis, quien forma parte del staff de Stay Curious Club, fue la líder de este momento, y nos compartió una tarjeta con el nombre y la historia de una mujer feminista influyente, como Simone de Beauvoir, Malala Yousafzai o Frida Kahlo. La idea era reflexionar sobre las luchas y logros de estas mujeres, encontrando paralelismos con nuestras propias experiencias. Varixs de nosotrxs nos sentimos identificadxs, y sin duda, menos extrañxs en este grupo de desconocidxs, creando un ambiente de conexión y sororidad. Gracias al icebreaker, estábamos más relajadxs y conectadxs entre nosotrxs. Pensé que para ir en busca del cuerpx reclamadx deberíamos atravesar la capa del cuerpx construidx y quitárnosla.
Con la pulsión de reclamar lx cuerpx que nos pertenece, investigué de qué forma podríamos hacerlo. Recordé un ejercicio en el cual se me invitó a concentrarme en las conexiones que surgen al tocar una guayaba. Una parte de esta experiencia inspiró la primera activación de nuestro ejercicio. En esta sociedad sobrecargada de imágenes hemos desarrollado mucho más el sentido de la vista, por eso, a mí me gusta despertar los otros sentidos a través de experiencias lúdicas, con el fin de darle un descanso a la vista para redescubrir las otras capacidades de nuestrx cuerpx.
Como primera propuesta, a través de un ejercicio de respiración, invité a lxs asistentes a la exploración de una naranja. Poco a poco, a su propio ritmo y sin prisa, les pedí que empezaran a pelar la naranja y que imaginaran que esa cáscara que quitaban era el cuerpo lleno de culpa y oprimido. Una vez que la naranja estaba pelada, lxs participantes podrían comer los gajos, para así habitar otrx cuerpx. Pude ver con atención como lxs asistentes disfrutaban el momento. Esta experiencia sensorial les ofreció un momento para desconectarse del ruido externo, centrarse en el aquí y ahora, sintiendo la textura, el aroma y la forma de la naranja. Les invité a comer la naranja con la intención de ingerirla para invitar a lx cuerpx reclamadx a presenciar ese preciso momento y el atelier.
Después, la segunda parte de la activación comenzó. Realizamos una meditación guiada por cuatro elementos comestibles: sal, azúcar, picante y chocolate. Estos sabores son muy importantes ya que las relacionamos con nuestros estados de ánimo. La dinámica se basa en la idea de que, en nuestro pasado histórico, este tipo de alimentos escaseaban, por lo tanto, las personas valoraban profundamente cada recurso disponible. En esos tiempos, la supervivencia dependía de aprovechar al máximo los alimentos. En la actualidad, esta memoria corporal activa una ansiedad primitiva relacionada con nuestro sentido de supervivencia.
Nos vendamos los ojos de nuevo, colocamos frente a nosotrxs un plato con cuatro sabores distintos y los identificamos con el tacto. Escogí cuatro fragmentos del libro Coger y comer sin culpa, que lxs participantes escucharon y asociaron con diversas emociones, sensaciones e ideas. Lxs participantes anotaron sus impresiones para no olvidarlas. Al final, las compartieron. La exploración de estos sabores les permitió conectarse con sus sentidos de una manera profunda, generando un momento de autoconocimiento e introspección, reflexionando sobre cómo nos relacionamos con los alimentos y cuáles son las reacciones de nuestrx cuerpx.
Sin duda, fue un ejercicio de mucha vulnerabilidad y fuerza. Los fragmentos del libro estaban relacionados con experiencias desagradables que la autora narra, y en las cuales podíamos reconocernos, ya que todxs hemos vivido situaciones parecidas en nuestra vida cotidiana. Para entrar en conversación, pregunté si alguien quería compartir qué le había sorprendió más o qué sensación había sido la más potente del ejercicio. Todxs comenzaron a compartir experiencias desagradables, de duelo o rabia, pero sostenidas por una fuerza y un anhelo de crear comunidad desde el apoyo, la empatía, el cariño y desde nuestrx cuerpx reclamadx. Como dice Pelada, en su canción "Habla de tu verdad": “hablando y hablando juntas recuperamos ese poder.” Justo eso fue lo que invocamos: recuperar nuestro poder. Al parecer, sí lo logramos. Hubo muchos intercambios en donde se sintió una fuerza de empoderamiento, deconstrucción y cuestionamiento sobre lo impuesto en nuestrx cuerpx.
Para cerrar el atelier con una nota más agradable, hice una pequeña compilación de canciones que fueron citadas en un capítulo del libro, conformaba por canciones de reggaetón de artistas como Don Omar, Ivy Queen y Daddy Yankee. Este género está constituido por letras misóginas, machistas e hipersexualizadas. En algún momento, yo llegué a odiar estas canciones. Con la distancia y mis transformaciones, puedo decir que me faltaba contexto, no conocía sus orígenes ni la música reggaeton producida por mujeres, y sólo escuchaba lo más sonado. Ahora tampoco soy experta, pero reconozco diferentes tipos de reggaeton, sé su origen, sus influencias y he escuchado reggaeton feminista, ese que reclama lxs cuerpxs y la libertad de movimiento sexoso, sudado, sin acoso, sin culpa y sin importar lo qué dirán, ni las apariencias. Esto ha cambiado por completo mi forma de relacionarme con este género musical. Durante la pandemia, vi la película de Ema de Pablo Larraín* y una escena me marcó muchísimo: Gael García (uno de los actores principales, coreógrafo y profesor de danza) le reclama a un grupo de chicxs bailarinxs su “mal gusto y bajeza” al verlxs bailar reggaeton. Ellxs le contestan a su comentario elitista, de una forma hermosa y poderosa, llena de poder y de dignidad.
Decidí utilizar esta escena para introducir la última activación que fue un intento de “dislocamiento de caderas colectivo”. Con el fin de aflojar y liberar con cuidado y con amor nuestrx cuerpx. El vídeo consistía en tres etapas que incluían una introducción con el fragmento de la película, un video que muestra dos pasos del twerk y finalmente una recopilación de escenas ASMR. De esta forma, terminó el atelier. Aunque en la dislocación de cadera hubo un poco de duda y reservas por parte de algunxs participantes, creo que se dieron la oportunidad de invitar al cuerpx reclamadx a salir y dejar que el gozo y placer sin culpa surgieran.
Agradezco mucho la oportunidad de poder compartir estos sentipensares con la comunidad de Stay Curious Club: confiaron en mí y en mis prácticas. Este es un trabajo constante en mi vida cotidiana, que me ayuda a entender y relacionarme con mi cuerpo y con el entorno desde un lado más amoroso y cuidadoso, aceptando las contradicciones, enfrentando y cuestionando mis formas de reaccionar y percibir diversos estímulos en mi vida. Es un intento continuo y una exploración con altas y bajas, pero que definitivamente vale la pena tomar el riesgo.
También agradezco a Vida Corona, Martha Hernández y todo el equipo de Ú-topicas por brindarnos su espacio y apoyo para llevar a cabo esta actividad tan especial. Gracias por permitirnos crear un ambiente de unión y aprendizaje: el éxito de este encuentro no habría sido posible sin su valiosa contribución.
¡Gracias, gracias, gracias!
Redacción
Ileana Hernández
Artista multidisciplinar que trabaja principalmente con el performance. Su cuerpo es el medio principal por el cual se gestan y surgen sus obras.
Edición
Marshiari Medina
Editora de Stay Curious Club, escritora y collagista. Actualmente estudia la licenciatura en Humanidades y Narrativas digitales. Es madre a tiempo completo, y directora de la iniciativa socioambiental Proyecto Tropósfera. Aficionada al chocolate, vive en una geometría cósmica hecha de mundos gobernados por lógicas pop no-euclidianas.