Hola, lectora: Soy Any, chihuahuense de nacimiento y chilanga por adopción desde hace casi 15 años.

Mi transitar feminista ha sido, en gran parte, autodidacta, moldeado por el pensamiento de amigas que se convirtieron en familia cuando llegué al De-Efe (hoy CDMX). Sus ideas, que en un inicio me parecían disruptivas, pronto se revelaron como profundamente inteligentes e indispensables.

Crecí en un entorno donde se nos enseñaba que éramos nosotras quienes debíamos “darnos a respetar”. No podía ir sola al cine porque “era mujer” y debía estar acompañada de mi hermano. A misa había que ir vestida modestamente porque, de lo contrario, “los hombres podrían pecar” (o algo así dijo un sacerdote una vez, y nunca lo olvidé). Escuchaba frases como: “El hombre llega hasta donde la mujer quiere”, “La indiferencia es la coquetería más fina”, “A las niñas solo les gusta andar de voladas con los niños”, “Déjala, anda en sus días”, “A la mujer no se le toca ni con el pétalo de una rosa”. Frases que nos pintaban como frágiles, como seres a quienes había que cuidar… incluso de nosotras mismas.

Pensar, cuestionar y construir nuevas formas de ser. Fotos por Aurelia Velasco, 2024
Pensar, cuestionar y construir nuevas formas de ser. Fotos por Aurelia Velasco, 2024

Como chihuahuense, también crecí viendo las noticias sobre las “muertas de Juárez” como algo “normal”. No entendía por qué las mataban, pero, dentro de mi machismo internalizado, pensaba: “Es que para qué andan solas en la noche”. Culpaba a las mujeres de lo que les pasaba sin siquiera darme cuenta. Aún hoy, de vez en cuando, esas ideas asoman la cabeza, y trato de frenarlas.

AsĂ­, sin notarlo, crecĂ­ creyendo que mi papel como mujer era secundario (y hormonal).

Un día, la vida y la búsqueda de un mejor trabajo me trajeron a la CDMX. Además de su clima envidiable, esta ciudad me regaló algo invaluable: libertad. Aquí el qué dirán parece importar menos. Disfruto el anonimato, la diversidad, la posibilidad de ser. En esta ciudad entendí que vestirme como quiero, pensar diferente y encontrar alternativas más allá de la misa dominical no solo era posible, sino necesario.

Mi estancia en la CDMX me ha hecho cuestionar (y cuestionarme) muchas de las creencias con las que crecí sobre el “deber ser” de las mujeres. Ahora llamo a las cosas por su nombre. Sé que un comentario misógino o machista no solo es “políticamente incorrecto”, sino también violento, y no es chistoso. He aprendido a levantar la voz y señalar cuando algún “mensajito gracioso” cae en una de esas categorías… porque –como dicen por ahí– nunca más tendrán la comodidad de mi silencio. Sin embargo, esto no ocurre todos los días. Sigo deconstruyéndome y cuestionándome. A veces es cansado nadar contra la corriente, y no siempre desayuno mi huevito feminista con jamón ni me tomo mi licuado para cambiar el mundo. Y también está bien. El crecimiento no es instantáneo ni se mantiene inerte con el tiempo. Como todo proceso, fluctúa.

En este camino de crecimiento y quesadillas sin queso, he encontrado personas que también se cuestionan. Gracias a ello, conocí Stay Curious Club.

En 2024 había ido solo a una dinámica, pero sabía que quería seguirme involucrando. Los tiempos coincidieron y así llegué a mi primera posada feminista (chan-chan-chan).

Para mi sorpresa, era mixta. ¡Qué “mothernas”! pensé. Dudé en invitar a mi novio porque no estaba segura de si le interesaría. Sabía que no sería un foro para “echarle tierra a los hombres”, pero aun así pensé que quizá podría sentirse incómodo. Por curiosidad y por hacerme feliz, aceptó. Yo me la jugué, porque conocía a pocas personas.

Al cabo de varias dinámicas, en las que los presentes nos permitimos abrir nuestra vulnerabilidad, sentí que empatizamos. Ellos con nosotras, nosotras con ellos y nosotras entre sí.

¡Y la cereza del pastel no pudo faltar! Hubo piñata, por supuesto: un útero rosa. Qué gracioso y simbólico, pensé. Además de estar llena de dulces, escribimos en tarjetones creencias (propias o aprendidas) que consideramos no le sirven a una sociedad que aspira a ser igualitaria y equitativa, y las pusimos en su interior… precisamente para romperlas. Romper con todas esas veces que escuchamos: “Llora como niña”, “Calladita te ves más bonita”, “Es que es mujer”, “El cabello largo es para niñas”, “Estás muy joven y bonita para estar sola” y “Las mujeres no deben estar en puestos de poder porque son volubles”, entre otras.

Las palabras tienen poder porque moldean comportamientos… y los comportamientos se aprenden, pero también se pueden desaprender.

Una de las cosas que me ha enseñado el feminismo, y que confirmé en la posada, es que no se trata de una lucha de mujeres contra hombres (aunque a veces necesitemos romper para ser vistas). Se trata de entender qué nos trajo hasta aquí para no repetir patrones, a veces históricos, y para ello necesitamos aliados. Aliados que, junto a nosotras, cuestionen y comprendan cómo este famoso sistema patriarcal, del que tanto se habla, también afecta a los hombres, sean niños o adultos. No queremos pelear, estamos del mismo lado.

Finalmente, para cerrar el evento, hubo un intercambio de libros y la noche terminó con una sensación de alivio. ¡Qué padre tener estos espacios y abrirlos a hombres dispuestos a escuchar! Gracias, Stay Curious Club.

Es un camino largo, y por eso una posada feminista –mixta– es un gran comienzo.

Gracias por leerme.

Texto

Any Cano
Chihuahuense en Ciudad de México. Abogada especializada en competencia económica, con +10 años de experiencia. En su paso por la autoridad de competencia en México, ha encabezado diversos proyectos de resolución, destacando los relacionados con la comercialización de petrolíferos, transporte aéreo y de taxis, lo que le ha permitido desarrollar sus conocimientos en Derecho y aplicarlos para resolver cuestiones jurídico-económicas en mercados diversos en beneficio de las familias mexicanas.

EdiciĂłn

Marshiari Medina
Editora de Stay Curious Club, escritora y collagista. Actualmente estudia la licenciatura en Humanidades y Narrativas digitales. Es madre a tiempo completo, y directora de la iniciativa socioambiental Proyecto TropĂłsfera. Aficionada al chocolate, vive en una geometrĂ­a cĂłsmica hecha de mundos gobernados por lĂłgicas pop no-euclidianas.

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